No es la primera vez y, francamente, no será la última que una reunión con un cliente acaba en “contar una historia”. La reunión con el Señor X fue muy emotiva.
A veces oigo la expresión «Sólo puede entenderlo quien lo ha vivido» y cada vez lo pienso más: Sí, es verdad, realmente puedes entender algo cuando tú mismo lo has vivido. Entender algo de verdad cuando uno mismo lo experimenta.
Sin embargo, estoy dotado de empatía y podía imaginar y comprender la experiencia personal de mi cliente, incluso sin haberla experimentado directamente en mi piel, tanto que me gustaría compartirla.
La pura vida. Como un rayo caído del cielo
El Señor X se describe a sí mismo como un cuerpo enfermo, aquejado de una enfermedad degenerativa que lo hace cada vez más débil y
cada día más complicado.
Es un hombre acomodado, con buen éxito profesional, dotado de medios materiales, pero sobre todo, de la fuerza interior suficiente para metabolizar su experiencia personal y relatarla.
El Señor X es profesor universitario de economía y finanzas. Siempre me enriquece, pero esta vez su conferencia fue, cuando menos, esclarecedora.
A los 45 años (ahora tiene 64) descubrió que padecía una forma precoz de la enfermedad de Parkinson. Es una enfermedad que evoluciona lentamente y, por este motivo, ha conseguido mantenerla oculta durante muchos años. La enfermedad de Parkinson no tiene cura y, cuando ataca a una edad temprana, uno sabe que está destinado a una vida cada vez más complicada.
Llamar optimista al Sr. X se queda corto. Me explica que en la vida lo único sensato que puedes hacer es aprender a gestionar la vida con lo que la vida te ofrece.
Para mí, el movimiento es un hecho: escribir, levantarme, correr, saltar, volver a sentarme es fácil. Y puedo hacerlo sin miedo a caerme, chocarme o hacerme daño. Todo es sencillo mientras funcionen todos los engranajes.
El Sr. X, en un tono brillante y a menudo humorístico, relata situaciones banales en las que tiene que tomar decisiones importantes, por ejemplo: al levantarse de la silla, ¿debe adelantar primero el pie derecho o el izquierdo para evitar caerse?
A pesar de su tono de voz, sus ojos ocultan el miedo a un futuro incierto, en el que tendrá que convivir con una enfermedad que irá empeorando, tanto física como cognitivamente. Estar enfermo es una mierda, pero «es mejor afrontar los problemas de frente«, me dice.
Tenacidad y amor a la vida: una valiosa lección
Las enfermedades no se combaten, se curan cuando es posible, se alivian y se retrasan sus efectos devastadores cuando la curación no es posible.
Me saluda diciendo: ‘He aceptado mi forma de vivir. Tengo la suerte de tener una familia que me quiere, de tener amigos fieles y disfruto de todos los momentos felices que me da la vida«.
Señor X, Te agradezco lo que has hecho por mí, por nosotros, y quería decírtelo siendo consciente de ello. Quédate como estás, la humanidad es luz que ilumina tu camino.
¿Por qué cuento esta historia? Porque sé que hay muchas personas como el Señor X.
La vida es dura y cada uno de nosotros tenemos caminos distintos, pero siempre hay que amar la vida y luchar día a día ante cualquier adversidad del camino. La vida hay que vivirla con OPTIMISMO. ¡Siempre!