Hoy quiero compartir con todos algunas reflexiones de mi vida cotidiana. Y es que nuestro mundo gira rápido y cambia mucho.
Nunca antes la percepción del cambio había sido tan fuerte como ahora, tan tangible. Estamos en un loco tiovivo que cada vez muestra una cara diferente y nueva: los altibajos de las estaciones, los caprichos del tiempo, la fluctuación de la difusión, las renuncias repentinas…
Todo ha cambiado o está a punto de cambiar: Las guerras, el Presidente, el gobierno, la economía, la política. ¿Era mejor antes? ¿Estaremos mejor después? Nadie lo sabe.
Hace unos días, en una sala de espera, escuché a un hombre de 90 años decir: «Yo viví la guerra, fueron tiempos duros pero buenos porque cada día era mejor que el anterior, pero ahora siempre es…» y se detuvo, sugiriendo la amargura y la desilusión del «era mejor cuando era peor«.
Pero, ¿realmente es así?
No sé, hace tiempo que me lo pregunto y creo que, sin entrar a valorar demasiado la difícil situación actual, el cambio no es necesariamente negativo. El periodo que atravesamos es realmente complejo, nadie puede negarlo, pero a menudo esta certeza acaba aniquilándonos y convirtiéndose ella misma en una coartada para nuestra indecisión, una forma de quejarse en lugar de un impulso para volver al juego.
Como hijos del boom económico, tenemos que resignarnos a la idea de que ese pasado no volverá, o al menos no ahora, según los acontecimientos que estamos viviendo. El cambio es parte de la vida, no sólo de la historia. La vida misma es cambio: nacemos, crecemos, maduramos, mejoramos, evolucionamos, envejecemos, nos enriquecemos con experiencias y avanzamos con compromiso y humildad.
Personalmente, desconfío de los que ya se sienten bien consigo mismos y creen que no tienen o no pueden mejorar, de los que están convencidos de que la vida consiste en cuatro paredes, el coche aparcado en la entrada, la nevera llena y la televisión encendida.
Confianza en uno mismo
Lo único en lo que podemos confiar tanto en las tormentas como en los mares en calma es siempre lo mismo: nosotros mismos, nuestra persona. Nunca desarrollaremos nuestro potencial si no experimentamos cambios, y de hecho los problemas son a menudo una oportunidad para sacar lo mejor de nosotros, para crecer y evolucionar.
Si el hombre no se hubiera enfrentado a dificultades cambiantes como el hambre, la sed o el frío, nunca habría inventado ni evolucionado. Su salvación, nuestra salvación, fue la capacidad de adaptación, si se hubiera dejado asustar por el cambio se habría extinguido como muchas otras especies.
Evolucionando
No quiero dar una imagen simplista o adulterada de la realidad, pero el cambio está y siempre estará ahí, independientemente de que lo juzguemos positiva o negativamente. La elección es nuestra: quedarnos mirando con dolor o reaccionar cuestionándolo.
No permitamos que nadie nos quite la esperanza en el presente y en el futuro, no tengamos miedo al cambio y, sobre todo, no tiremos la toalla porque no sabemos a dónde nos llevará.
A estas alturas confieso que no tengo una buena relación con los catastrofistas y entre Nostradamus y Polly Anna, pues para mí gana PollyAnna.