La noche antes de partir de viaje a tu nuevo destino es mágica. Eufórica. Loca. Es una montaña rusa de emociones, de cambios de humor. De la ansiedad a la euforia en un segundo. Desde el pánico al objeto olvidado, hasta el cabreo por no poder cerrar el equipaje.
Cambias de opinión mil veces, te apetece desbaratar por completo tu itinerario de viaje. Entonces, de repente, tienes ganas de salir de casa y caminar hasta el aeropuerto. Aunque esté a 100 km, no te importa. Al menos no te quedas ahí, en la cama, mirando a la oscuridad de la habitación, con los ojos muy abiertos. Pero que no cunda el pánico.
Esta vez, siéntate y trata de relajarte: espero poner una sonrisa en tu cara en estas pocas líneas en las que cuento las cosas que nadie dice que pasan la noche antes de que te vayas. ¿Estás preparado? ¿Cargado? Vamos, ya casi llegamos. Solo me queda desearle una buena lectura y, por supuesto, ¡buen viaje!
La noche antes de partir
Tranquilo porque estas 5 etapas no son solo cosas tuyas. Todos las hemos sufrido en menor o mayor medida.
1 – Comprueba todo de nuevo
Estás ahí, en el sofá. Te has duchado, estás listo. Te sientas, en silencio, y empiezas a mirar al espacio. «¿Habré hecho todo?»
No importa si esta será tu primera o centésima noche antes de partir, la pregunta surge, ¡a cualquiera! Y así empiezas: compruebas dos veces las etapas, el alojamiento, las excursiones y los alquileres. Todo mentalmente. Luego se hojean los mapas. Compruebas la hora del vuelo, la distancia de tu casa al aeropuerto, para asegurarte de que sales a tiempo (aunque haya salido de ese aeropuerto cientos de veces). Incluso compruebas el nombre del aeropuerto. También compruebas dos veces cada cosa: pero sabes, o al menos esperas, que lo has hecho todo como de costumbre (aunque la duda persista).
2 – No duermes
Exactamente igual que la noche antes de los exámenes o el primer día de clase, no duermes. Si lo intentas, claro. Lo intentas siempre, pero nada. Te vas a la cama sin tener sueño y tratas de cerrar los ojos por un momento. Permanecer despierto, no tiene sentido, lo sabes. Necesitas energía para el gran o pequeño viaje que vas a realizar. En resumen, energía para no estar demasiado aturdido cuando tengas que emprender el vuelo. Y sin embargo, nada. La noche antes de partir, tu mente viaja. Aunque tú sigas en casa, la mente no, ya se ha ido.
Luego viene LA IDEA.
No lo hagas, no toques el itinerario. Te arriesgarías a trastocar tus planes, pensando que has tenido una revelación sobre una ruta alternativa, solo para encontrarte, por la mañana, sin ni siquiera una pizca de la ruta (o con jeroglíficos incomprensibles).
3 – La mochila te mira fijamente, casi te habla
La mochila está lista. Está ahí. De vez en cuando parece que te mira fijamente. Con ese aire impertinente que ya sabe que visitará el Mundo sin mover un solo paso, pero admirándolo directamente desde sus hombros. Y así le miras, con aire de desafío, pero nada, esta vez también tendrás que llevar quintales a la espalda, que parecen aumentar a cada paso.
Pero, al fin y al cabo, ¿qué harías sin tu inseparable compañera?
4 – ¿El despertador? ¡Oh Dios, el despertador!
Tienes miedo de que el despertador no suene. Así que cuando decides hacer un último intento para dormirte, no pones un despertador, sino 2. Los más inquietos, incluso 3. Eh bien, ¿qué hay de malo en eso? ¿Te ha pasado alguna vez que el despertador no ha sonado? Yo sí, así que TRES ALARMAS ES MEJOR QUE UNA, ¿no?
Ahora por fin estás más sereno. Es un buen momento para cerrar los ojos y descansar.
5 – El objeto perdido
Esto es, esta vez es de verdad. Te metes en la cama, cierras los ojos y empiezas a concentrarte en tu respiración.
Casi lo lograste. Casi te quedas dormido. Pero, de repente, te levantas de un salto, como solo podría hacerlo un poseso, y parpadeas exclamando: «¡Oh, tío, no he metido en la maleta la bufanda que me regaló mi abuela! ¡Oh, Dios, entonces me va a doler la garganta! Eh no, mejor abrir el equipaje (02:43 am) y meterlo en la mochila INMEDIATAMENTE».
Ahora comienza una nueva etapa: ¡la noche antes de partir parece no terminar nunca! Apertura de la mochila. Sustitución de objetos olvidados. Intentando cerrarlo. No importa que la bufanda de la abuela tenga un centímetro cuadrado o que ocupe media maleta: de todos modos, no volverá a cerrarse. Así que vamos a empezar: te sientas en tu mochila y tratas de cerrarla. Vale, no funciona. Así que vas a la cocina y comer algo para despejar tu mente y volverlo a intentar de nuevo.
03:11 am Finalmente lo consigues y te vas a la cama, quedándote dormido por el cansancio.
Y… 2 horas después, suena el despertador y piensas: «¿Pero no podía haberme dormido antes?». Pero no te importa, porque acaba de empezar una nueva aventura y te está esperando ese super viaje.