Las palabras son poderosas, tanto que pueden causar un gran dolor emocional. No son solo palabras, pueden convertirse en cuchillos o caricias, por lo que hay que tener cuidado con lo que se dice. Hay temas que nos tocan más profundamente que otros, y para muchos es difícil tolerar el desánimo resultante. Entre ellos, seguramente, está el dinero.
Las palabras asesinas de las finanzas
¿Cuántos de vosotros habéis reaccionado a las palabras «caída de la bolsa», «viernes negro», «miles de millones quemados», «pánico en el mercado», con tanta ansiedad, pánico y abatimiento? El pensamiento se dirige a los ahorros de toda la vida que inexorablemente se queman o desaparecen en un nanosegundo.
Te entiendo y comprendo tu desesperación. Hablamos del alto coste de la vida y de la inflación, de los efectos aún presentes de la pandemia y, ahora, incluso echamos en falta un posible enfrentamiento bélico en los países del Este.
Pero no se quema ni un solo euro en la bolsa. Y mucho menos quemar miles de millones. Y volvemos al concepto de las palabras, que si se usan mal se convierten en desinformación.
No quiero ser simplista, y no quiero que los llamados gurús financieros me culpen, pero intentaré expresar un concepto más claro y menos «asesino».
Fluctuaciones del mercado
Empecemos por el concepto de valor de cualquier título (hablo de valor de mercado y no de valor de emisión o valor nominal). El valor viene determinado por el encuentro de la oferta y la demanda, que definen el precio de cambio. Si la demanda de un valor es alta, su valor aumenta; a la inversa, el precio disminuye.
Supongamos que compramos acciones de la empresa «X» por un valor de 10 euros. Debido a unas condiciones económicas desfavorables o a otros motivos, al día siguiente de nuestra compra, el valor de las acciones de la empresa «X» baja de 10 a 6 euros. La situación para nosotros es la siguiente: poseemos un título cuyo valor ha caído, pero no hemos quemado nada. Obviamente, si decidimos vender por miedo, sabemos que tenemos que renunciar al 40% del valor de la compra. Pero no tenemos armas apuntando a nuestras cabezas para hacerlo.
Las fluctuaciones forman parte de los mercados y los ciclos económicos. Volatilidad y negatividad no son sinónimos.
El miedo frente a la racionalidad
La pregunta que me hago es siempre la misma: ¿tiene sentido hablar de miles de millones quemados o es todo una exageración? Una imagen sugerente que además se convierte en contraproducente. El pesimismo no sirve para nada, salvo para alimentar las ventas por pánico.
En las fases bajistas, que, repito, son completamente normales, se necesita racionalidad y decisión a la hora de perseguir los objetivos. «Si quieres ir rápido, vete solo. Si quieres llegar lejos, busca un compañero».
El asesoramiento se convierte en un factor clave para emprender con serenidad el camino que te has marcado. Un buen compañero de viaje, te ayudará a descubrir todas las bellezas que se presentan y te recordará que los obstáculos esconden muy a menudo oportunidades.