La democracia es un sistema de gobierno imperfecto; demasiado imperfecto y que ha conducido a Estados fallidos en muchos casos.
Tal vez su principal virtud es que reemplaza a otras formas de gobierno aún más imperfectas. Sin embargo, la idea subyacente en los diversos modelos democráticos (evitar la concentración de poder y brindar al pueblo voz y voto), es –en mi opinión–, maravillosa.
Internet brinda por primera vez a las sociedades la oportunidad de implementar y ejercer una verdadera democracia, basada en sólidos principios, tales como la libertad de pensamiento, la agilidad en las decisiones (el voto oportuno; no sexenal), la participación activa y directa del pueblo educado en la formulación, disección y votación de leyes, la eliminación de nichos de poder concentrado y por lo tanto corrompible, la reducción o incluso desaparición de una clase política cuasi divina –las cámaras del poder legislativo, escondites de políticos corruptos que se hacen intocables gracias a los fueros–, y la creación de una nueva clase política verdaderamente democrática e incorruptible, capaz de realizar cambios fundamentales en un País en mucho menos tiempo que cualquier otra estrategia política.
Fundamentación
Por primera vez, la sociedad cuenta con una herramienta para confeccionar y perfeccionar sus leyes bajo una plataforma auténticamente democrática.
Al observar los procesos democráticos actuales, vemos que éstos avanzan cada vez más lentamente. La promulgación de leyes se entorpece por los necesarios cabildeos, alianzas, negociaciones y demás procedimientos propios de los modernos parlamentos o congresos.
Sin embargo, nuevas leyes se precisan de manera urgente. Es imperativa una revisión exhaustiva e inmediata de los pilares que cimientan las relaciones humanas. Puede afirmarse categóricamente que ninguna forma de gobierno vigente está –ni estará–, preparada para proponer, analizar, conformar y votar las nuevas leyes que la sociedad requiere inaplazablemente, ya que los procesos legislativos actuales son inoperantes, mostrando rezagos alarmantes.
El derribamiento de fronteras económicas, el comercio electrónico, la globalización monetaria, la transculturización, las libertades sociales, la concentración de poderío económico y el nuevo pensamiento humano provocan la caducidad de las leyes –a veces aún en etapa embrionaria–. Nuevas situaciones surgen día a día que exigen regulaciones antes innecesarias.
Democracia obsoleta
La democracia del siglo XX parece absurda a los ojos del siglo XXI y siguientes. Emitir un voto cada tres, cuatro o seis años para elegir a nuestros jefes y representantes de entre los candidatos más carismáticos y más hábiles para parecer estrellas de cine, dejándolos
después para que tomen la responsabilidad de crear y mantener nuestras leyes, resulta más bien estúpido. Dejar que las masas acéfalas decidan el futuro de un Estado a cambio de subsidios y prebendas, o por el arrastre de un líder carismático, puede conducir a resultados catastróficos, de sobra conocidos.
Históricamente se ha propiciado la incorrecta interpretación de la palabra Democracia. A los pueblos se les ha dado pan y circo, permitiéndoseles que cada cierto tiempo levanten la cabeza y emitan un voto, la mejor de las veces prejuiciado, muchas de las veces inducido por falsas pero emotivas retóricas, pronunciadas por líderes carismáticos.
El resultado es la concesión de poderes comercializables al mejor postor, para votar o vetar leyes, para apoyar o sabotear al ejecutivo, para vivir dentro de un nicho de poder y protección ilimitados (el fuero es un buen ejemplo de las aberraciones presentes en los actuales sistemas democráticos).
Tal retrato es más o menos aplicable a cualquier Estado democrático, cuyos cuerpos legislativos constituyen verdadera élite, pletórica de privilegios. Ser legislador es un premio y un seguro de vida para quienes llegan ahí después de una actuación reprobable, poniéndose a salvo de la persecución de la justicia gracias al “fuero constitucional”, cuya razón de ser se
extinguió hace un siglo.
Aún así, la Democracia parece ser la única forma de gobierno aplicable en una sociedad moderna donde ya no caben los absolutismos, pero se requieren ágiles procedimientos y electores participativos.
La verdadera democracia
Nunca antes la sociedad había tenido en sus manos la oportunidad de construir una verdadera Democracia. Internet puede brindar la oportunidad a cualquier sociedad de ejercer una democracia plural, ética, ágil, modernísima e incorruptible mediante un concepto surgido como corolario de la cultura de cooperación.
Gracias a Internet la sociedad ha cambiado su manera de relacionarse. En unos cuantos años se ha transformado la actividad económica; han caducado ideas milenarias y se han eliminado fronteras físicas. La velocidad y la agilidad de la comunicación son asombrosas.
Las ideas se generan, fluyen, se discuten y se aplican a ritmos antes impensables. La aparición de una Democracia Activa requiere un proceso teóricamente sencillo. Mediante Internet puede brindarse a cualquier individuo la oportunidad de participar activamente en la
creación, perfeccionamiento y votación de las leyes que rigen al Estado.
Desde el punto de vista técnico, la instrumentación de la Democracia Activa –a través de una Ágora electrónica–, es viable. Sería necesario crear un portal web donde las leyes son propuestas, analizadas, discutidas y votadas en tiempo real por grupos de individuos capacitados –sin limitación de edad, ideología, ubicación o religión–.
El portal valida la capacidad y conocimiento del votante acerca del tema en discusión antes de aceptar su voto; es decir, solo se aceptan votos razonados. Habrá individuos capacitados en muchos temas y otros que se especializarán (interesarán) sólo en algunos de ellos.
Un usuario cualquiera visitaría el portal ‘democracia activa’ de forma anónima y sin restricción alguna. Al interesarse de manera particular sobre algún tema consultado o sobre alguna ley en proceso, tendría la posibilidad de acceder a la información de soporte, a sus postulados y a los vínculos necesarios para compenetrarse en el tema.
Si dicho individuo decidiese participar, habría de registrarse por única vez y aprobar en línea un examen relativo única y exclusivamente a la materia en cuestión. Si resultase aprobado, entonces el sistema le permitiría emitir su voto y –lo más importante–, lo recompensaría económicamente con una dieta que se abonaría automáticamente a su cuenta bancaria.
Una nueva profesión o actividad económica podría crearse con una rentabilidad social extraordinaria; la de los nuevos legisladores activos, surgidos directamente del pueblo y sin filiación política comprometida con un partido, sindicato o agrupación.
Estos individuos recibirían un estipendio por cada voto emitido que les permitiera vivir dignamente como auténticos legisladores –intelectuales activos y productivos–.
Un portal web se encargaría de dar forma a esta Ágora electrónica, cuya plataforma –Internet–, garantizaría el libre acceso a la sociedad para conocer, analizar, enmendar y proponer nuevas leyes –directamente, sin legisladores intermediarios–.
El mismo portal administraría los accesos, generaría exámenes para validar el conocimiento del votante acerca del proyecto de ley en discusión y brindaría acceso solamente a los votantes aprobados hacia el área de votación.
Una vez concluido el periodo válido de votación que se hubiese establecido para cada ley, el portal haría una selección randómica de votantes, suficientes para brindar confiabilidad estadística al proceso (400 votantes, en un universo homogéneo para brindar un nivel de confianza del 5%) y llevaría a cabo el conteo de votos, publicando inmediatamente sus resultados. Entidades ajenas al portal deberían de encargarse de confirmar la autonomía y validez de los procesos anteriores.
Confiabilidad
Internet ofrece todos los candados para asegurar un proceso transparente y evitar la manipulación de votos: La suma de todos ellos garantizaría un proceso legislativo irreprochable:
- El aseguramiento del voto “razonado”, pues sólo los que aprobasen el examen del
tema particular lograrían acceso a la zona de votación. Las preguntas de los
exámenes tendrían carácter randómico y serían distintos para cada individuo
La dispersión geográfica de la comunidad potencialmente votante.
- La identificación positiva de los votantes, con fines de auditoria a los administradores
del portal mediante muestreo.
- La selección aleatoria y secreta de votantes válidos –previos a la votación–, entre la
masa de votantes. Es decir, los sistemas harían una selección randómica de un
porcentaje de los votantes, y sólo los votos de éstos serían aplicados, inhibiendo
cualquier intento de manipulación del voto.
- La dinámica legislativa que se establecería, rebasaría la capacidad de control de
cualquier grupo de poder.
Además (y esto constituye una de las más atractivas ideas de la democracia activa), no existirían presiones ideológicas sobre los votantes para que favorezcan o rechacen leyes, pues no habrá botines a repartir. Los nuevos legisladores no necesitarían pertenecer a ningún partido político.
El interés del individuo por participar de manera activa y continuada en la creación, discusión y votación de leyes estaría garantizada por la remuneración económica que recibiría. El monto a pagar habrá de ser proporcional al tiempo dedicado al proceso de estudio y
legislación, aplicando un arancel adecuado.
Implementación paulatina
La implementación de una iniciativa como la de esta Ágora electrónica habrá de ser paulatina y tomará muchos años. La respuesta de la sociedad es impredecible –aunque puede apostarse a un rechazo inicial contundente–. Afortunadamente, la naturaleza misma de la idea y la plataforma social sobre la que habrá de desarrollarse podrían darle vida propia.
Hay muchos escollos en el camino. El primero y más evidente, es la resistencia al cambio, tanto de la sociedad como de las estructuras vigentes de Gobierno. Por ello resulta utópico pensar en una implementación súbita; requiriendo en cambio una etapa inicial de desarrollo y prueba que desechará o perfeccionará esta iniciativa, convirtiéndola en una fuerza pública, que –de ser aceptada por la sociedad–, ganará su lugar paulatinamente, adquiriendo fuerza y protagonismo hasta lograr desplazar los procedimientos legislativos actuales.
La desconfianza será otro obstáculo a vencer, aunque mucho menos importante. La transparencia y autonomía que la plataforma de Internet ofrece a este tipo de iniciativas, desecharán pronto los resquemores de aquellos reacios al cambio. Importante oposición al Ágora electrónica provendría de aquellos cuyos nichos de poder se podrán ver afectados en el mediano plazo.
Los partidos políticos, cuyas valiosísimas curules perderían relevancia y poder, podrían interesarse en evitar que esto prospere, utilizando variadísimos argumentos si llegasen a ser necesarios: “La tarea legislativa no es un ejercicio
para improvisados”, “Legislar es mucho más que votar”, “Esta iniciativa conduciría al caos”, “La sociedad exige conocer a sus representantes”, etc…
Sin embargo, el gran obstáculo a vencer es la sociedad misma. La sensación de impotencia, de insignificancia del voto individual vs. la enorme masa de votantes conduce a la abstinencia: “¿De qué sirve mi voto si somos millones?; un voto no hace diferencia alguna”.
Esta apreciación constituye una de las debilidades de la democracia. Por otro lado, la sensación de plenitud por participar una sola vez cada cierto número de años y creer que ese esfuerzo es suficiente, y que el resto corresponde a los elegidos, es aún más grave.
Un importante concepto subyacente en la idea de la Democracia activa es precisamente el cambio de actitud de las masas ante su gobierno. Por primera vez tendrán la oportunidad de hacer valer su opinión, sus ideales, sus quejas y su voz. Y ese es el espíritu de la verdadera democracia.