Hablemos del tiempo… tiempo que fluye, tiempo que recorre las buenas emociones y se detiene en las malas, tiempo que es vida presente, tiempo que es esperanza futura, tiempo que es mirada al pasado.
Una sucesión lineal de acontecimientos revueltos y difunidados en los recuerdos: ¡EL TIEMPO! Tiempo social, tiempo íntimo, tiempo histórico, tiempo individual… en fin, tiempo, alegría y placer para todos nosotros.
Hace unas semanas estuve en unas charlas en un instituto de formación y la primera pregunta que hizo el ponente al público fue: ¿qué es lo más preciado que tienes? Cada uno de nosotros pensaba que tenía la respuesta en el bolsillo: «Mi salud», «Mi hijo», «El hombre que amo», «Mi trabajo», etc… Pero nadie pensaba en lo único que todos tenemos y se escapa segundo a segundo. Nadie pensó en lo verdaderamente importante e irreversible: EL TIEMPO DE VIDA QUE NOS QUEDA.
El tiempo se escapa de forma inevitable
La vida es tiempo, un tiempo que no sabemos de antemano cuánto durará pero que sabemos que no es infinito. Teóricamente todos sabemos esto, nada nuevo. Pero, ¿quién de nosotros hace de esto un principio diario a seguir?
¿Cuánto tiempo perdemos haciendo cosas que no queremos hacer, viendo a gente que no soportamos, haciendo actividades aburridas, haciendo simplemente el vago?
Vivir para distraerse de la idea de que el tiempo se escapa parece inevitable, casi inconsciente. Pero hay quienes viven y quienes se dejan vivir. La vara de medir podría ser la gestión del tiempo, el valor que le damos en la práctica cada día.
Es posible que te hayas encontrado con la fábula de la cigarra y la hormiga. En este caso, la cigarra comparte la idea de la vida como un pasaje en el que disfrutar de todo, vivir al máximo, vivir en exceso, porque todo el mundo muere tarde o temprano. La que tiene como frase clave «¿Quién me obliga a hacerlo? ¿Por qué esforzarse, trabajar, construir, dada la fugacidad del tiempo?»
Por otro lado, está la hormiga que piensa que tienen la vida en sus manos, que pueden controlarla mediante el trabajo y la producción, y que se toman el paso del tiempo como una cuestión que hay que ignorar: al fin y al cabo, no tienen tiempo para pensar en ello.
Los guardianes de nuestro tiempo
Nadie sabe cuál es la mejor manera de gestionar el tiempo. Ciertamente nuestra naturaleza no nos permite esperar el final, un día todos tendremos el mismo destino pero es el camino el que marca la diferencia.
En la medida de lo posible, deberíamos ser realmente los guardianes de nuestro tiempo, cuidándolo como un asunto serio ya que es el más serio de todos. No confiarlo a quienes no lo merecen, no malgastarlo en cosas que no nos agradan, no aceptar compromisos porque nadie puede disponer de nuestro tiempo por nosotros.
Sin embargo, siempre estamos lejos de la realidad cuando se trata de poner nuestro tiempo a disposición, casi como si no nos perteneciera realmente.
Sea cual sea el camino que tomemos, tanto si decidimos correr en primera línea como si nos quedamos a un lado del camino, debemos recordar que somos los únicos responsables de nuestro tiempo y, por tanto, cuidémoslo conscientemente para no tener demasiados remordimientos ni lamentos.